Persona durmiendo en un banco del Paseo Mallorca en Palma con pertenencias alrededor

Sin hogar en el Paseo Mallorca: cuando el banco se convierte en la última dirección

👁 2100✍️ Autor: Lucía Ferrer🎨 Caricatura: Esteban Nic

En pleno pulso de Palma, alguien duerme en un banco del Paseo Mallorca. ¿Qué revela esta escena sobre la falta de vivienda, las ofertas de ayuda y nuestra responsabilidad?

En pleno pulso de Palma: el banco como refugio nocturno

Es una escena que se pasa fácilmente por alto cuando se pasea por la noche con las bolsas de la compra por el Paseo Mallorca: un banco, un fino bulto de mantas, una mochila — y un hombre que pasa allí la noche. Justo en el lugar donde de día para el autobús lanzadera A1, los coches de alquiler desaparecen en el aparcamiento subterráneo y los turistas hacen fotos. Cuando cierran los cafés aún se oye el tintinear de las tazas, el ruido de los sistemas de riego en la franja ajardinada y de vez en cuando los motores de las entregas nocturnas. El hombre se recuesta, se echa la chaqueta sobre los ojos e intenta excluir la ciudad durante unas horas.

La pregunta central: ¿por qué persiste esta situación?

No es solo una cuestión de compasión, sino una cuestión de planificación y política: ¿por qué existe en pleno Palma una presencia permanente de personas sin hogar, a pesar de que la ciudad cuenta con administración, servicios sociales y ofertas de ayuda? La respuesta es compleja: el aumento de los alquileres, la disminución del parque de vivienda social, el trabajo estacional en el sector turístico y ofertas fragmentadas que no siempre llegan a donde deben. Las autoridades suelen reaccionar de forma puntual — traslados a albergues, reubicaciones ocasionales — pero el problema, al final, solo se desplaza y no se resuelve.

Lo que rara vez vemos

Entre el ruido de la calle y el aroma del café recién molido se desarrollan estrategias pragmáticas de supervivencia: ropa guardada durante el día en los arbustos, el agua de riego como sustituto de la ducha, un carrito de la compra con todas las pertenencias. Pocos hablan de hasta qué punto la vergüenza y la invisibilidad marcan la vida pública: muchos transeúntes miran hacia otro lado, algunos graban con el móvil, otros ni siquiera preguntan el nombre. La distancia social se oye — la conversación susurrada de una pareja sobre dónde cenar, junto al tranquilo respirar de una persona que duerme en la calle.

El papel de las autoridades y de la sociedad civil

La administración municipal y los servicios sociales realizan trabajo — lo demuestran traslados puntuales a albergues u otros programas de ayuda. Pero a menudo falta coordinación: distintos interlocutores, capacidades limitadas en los centros de día y horarios de apertura demasiado cortos. Además, se desplaza el problema desde el centro hacia la periferia en lugar de crear vivienda de forma permanente. La consecuencia: las personas afectadas acaban en la periferia, pierden el acceso a ayudas y quizá más tarde regresan al centro de la ciudad.

Enfoques concretos en lugar de bancos mendigantes

¿Qué podría ayudar sin reaccionar con pánico? Algunas ideas, en parte de aplicación inmediata:

1. Plazas nocturnas de fácil acceso: espacios de sueño accesibles 24/7 o microcápsulas en edificios municipales sin uso, que permitan pasar la noche con seguridad y sin barreras burocráticas.

2. Equipos sociales móviles: trabajadores sociales que acudan con regularidad y a horas fijas al Paseo Mallorca, ofrezcan pequeñas ayudas, tramiten documentación y faciliten acompañamiento a largo plazo.

3. Piloto Housing First: vivienda rápida y permanente como solución — en lugar de años en listas de espera; combinable con ofertas de empleo y salud.

4. Gestión del vacío habitacional: activar viviendas vacías y colaborar con propietarios mediante incentivos y cesiones temporales de alquiler.

5. Cafés y comercios como aliados: los comercios locales pueden coordinar ofertas de fácil acceso — comidas calientes, kits de higiene o sencillas orientaciones.

Lo que Palma necesita ahora

No basta con retirar a las personas de los bancos. Lo sostenible es pensar conjuntamente urbanismo, trabajo social y ciudadanía. Parte de la solución debe ser preventiva: más vivienda social, ayudas de alquiler dirigidas a hogares en riesgo, datos transparentes sobre viviendas vacías y un plan coordinado para el espacio público, para que parques y paseos no se conviertan en alternativas improvisadas.

Por la noche, cuando las farolas proyectan sombras y el Paseo Mallorca vuelve a calmarse, queda la pregunta: ¿seguiremos mirando hacia otro lado o invertiremos en soluciones que lleven a las personas del banco a un hogar? Resulta incómodo tener el problema a la puerta — pero justamente por eso nos concierne a todos. Quien pase por la cafetería por la mañana puede detenerse un momento, ofrecer un vaso de agua o un té caliente, facilitar un número de los servicios sociales o implicarse en iniciativas locales. Pequeñas acciones, sumadas a medidas estructurales, pueden marcar una verdadera diferencia.

El banco no es un fenómeno natural. Es un síntoma. Y síntoma significa: la curación es posible si empezamos a planear de otra manera.

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